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5 jun, 2020
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4 min
¿Cómo se diagnostica la malformación arteriovenosa en niños? Lee a continuación las señales que indican la posible presencia de una MAV y los exámenes que se utilizan para un certero diagnóstico de MAV cerebral.
Las malformaciones arteriovenosas (MAV) son defectos del sistema circulatorio que ocurren, por lo general, durante el desarrollo del feto o poco después del nacimiento del bebé1.
Son el resultado de una o más conexiones anormales entre una arteria (un vaso sanguíneo que transporta sangre desde el corazón hacia el resto del cuerpo) y una vena (un vaso sanguíneo que lleva la sangre de regreso al corazón). Por lo tanto, las MAV interrumpen este proceso cíclico vital.
Una malformación arteriovenosa cerebral puede manifestarse en cualquier lugar del cuerpo, pero se produce con mayor frecuencia en el cerebro. Se sabe que las MAV cerebrales en niños no suelen causar síntomas2. Entonces, ¿cómo pueden ser diagnosticadas?
Los niños que nacen con una malformación arteriovenosa en el cerebro a menudo no sienten síntomas por muchos años. De hecho, estos suelen ocurrir en cualquier momento entre los 10 y los 40 años. Sin embargo, en los casos más severos, los síntomas pueden aparecer al nacer o poco después3.
Con frecuencia, las malformaciones arteriovenosas en el cerebro pueden causar sangrado (hemorragia) que, en aproximadamente la mitad de todos los casos, es la primera señal de una MAV.
Según el Dr. Andrés Plasencia, médico cirujano del Instituto Gamma Knife del Pacífico, “la hemorragia es uno de los principales riesgos de las MAV, aparte de las convulsiones”. Una vez que la MAV se ha vuelto sintomática, existe un riesgo de hemorragia del 4 % por año4. Cada uno de los episodios de sangrado se acumulan y pueden dejar secuelas neurológicas o riesgosas para la salud.
Las señales más comunes son el resultado de los sangrados de MAV. Son las siguientes:
Si el sangrado es frecuente, puede causar anemia.
No se ha identificado un patrón específico de estos síntomas. Por eso, cada niño puede experimentarlos de manera diferente, dependiendo de la ubicación y profundidad de la MAV en el cerebro.
Con frecuencia, las malformaciones arteriovenosas cerebrales no se detectan a menos que causen temblores, debilidad o se hayan roto y provoquen sangrado. De hecho, tienden a ser descubiertas solo por casualidad, en tratamientos por causas no relacionadas o durante una exploración física porque se puede sentir el pulso de los vasos. Al respecto, el Dr. Plasencia añade: “Una vez que se detecta una malformación en un niño, el tratamiento es mandatorio”.
El diagnóstico se fundamenta en una detallada historia clínica y un cuidadoso examen físico. Asimismo, se usan otras pruebas para obtener más información de la malformación y planificar el tratamiento. Algunas de ellas son las siguientes:
Permite ver el tamaño de la malformación arteriovenosa y cuán cerca se encuentra de las partes del cuerpo sanas. También ayuda a detectar la presencia de sangre en el cerebro. En ocasiones, el médico inyecta un tinte de contraste a través de un tubo intravenoso para que las venas de la MAV puedan verse con mayor detalle.
Es la prueba más “detallada, aconsejable y precisa”, según el doctor Plasencia. Permite diagnosticar una malformación arteriovenosa en el cerebro. Revela la ubicación y las características de las arterias y venas, lo cual es fundamental para planificar el tratamiento.
Es una prueba más sensible que la tomografía computarizada y puede mostrar cambios más sutiles en los tejidos cerebrales. También suministra información sobre cualquier sangrado relacionado en el cerebro.
El Dr. Plasencia explica que existen tres tratamientos posibles para la malformación arteriovenosa cerebral: la neurocirugía, la embolización endovascular y la radiocirugía con Gamma Knife.
Si la MAV cerebral sangra o se encuentra en una zona a la que se puede llegar con facilidad con bajo riesgo de hemorragia o convulsiones, se recomienda la cirugía. En este procedimiento, el neurocirujano extirpa parte del cráneo temporalmente para acceder a la MAV.
Las malformaciones arteriovenosas que se encuentran en regiones profundas del cerebro corren un mayor riesgo de presentar complicaciones. En esos casos, el médico puede recomendar otros tratamientos, como la radiocirugía.
La embolización cerebral o arterial es un procedimiento menos invasivo que la neurocirugía. El médico inserta un tubo delgado y largo (catéter) dentro de una arteria de la pierna y lo guía a través de los vasos sanguíneos hasta el cerebro utilizando imágenes por rayos X. Una vez en la MAV, se inyectan pequeñas partículas que detienen el flujo sanguíneo.
Con frecuencia, la embolización se utiliza antes de otros tratamientos quirúrgicos para que el procedimiento sea más seguro, ya que reduce el tamaño de la MAV o la probabilidad de sangrado.
La radiocirugía con Gamma Knife utiliza haces de radiación dirigidos a objetivos diminutos dentro del cerebro. Por lo tanto, es “ideal para malformaciones arteriovenosas de grado III; es decir, MAV pequeñas o medianas, de ubicación profunda y que no han sangrado”, menciona el Dr. Plasencia. Es necesario añadir que este tratamiento solo se debe aplicar a niños mayores de 3 años.
La radiación provoca una alteración en el código genético de la malformación. Luego, “se produce un envejecimiento precoz o ‘momificación’ de la malformación, lo cual conlleva su encogimiento y desaparición en un lapso de 1 a 2 años, a veces en 3, dependiendo del tamaño”, detalla el doctor Plasencia.
Esto se logra preservando la circulación normal en el cerebro, a diferencia de la cirugía, ya que solo afecta las células anormales. “Con ello desaparece todo riesgo de sangrado”, finaliza el especialista.
Si quieres conocer más sobre el procedimiento de radiocirugía para malformaciones arteriovenosas, no dudes en contactarnos.
Referencias:
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